Noche de epifanía es un cuento del escritor mexicano José Revueltas, quien fue un símbolo de la crítica social a través de la Literatura, así como la exploración de los temas lúgubres y marginales, fueran o no de la sociedad mexicana. En el texto se narra la historia a través de episodios fragmentados y experienciales de varios personajes, entre quienes destacan Rebeca, mujer joven que fue apuñalada en el pecho por su marido, además de dos guardias conversando entre sí.
En lo que atañe al cuento, se contextualizará sobre la marcha. La duda que resuena es la relación que mantiene con los hornos de Teuchitlán, Jalisco, en el sitio inhóspito del rancho Izaguirre. Para dar respuesta a esta pregunta, me permito citar una parte del cuento: “A cada momento era más insólito que Rebeca hubiera muerto en esa forma. En esos tiempos todos morían por otras causas y, además, con un horror sin límites por la muerte” (Revueltas, 2016, p.71). Como puede notarse, la banalización mortuoria apenas se interrumpe por menciones vagas del narrador, tal como ocurre en México. El flujo de noticias diario y el fanatismo político hacen que la gente ignore el elefante en la habitación.
Lo que es más, el sentido de empatía se ve mermado en un momento histórico donde, como señala el filósofo y sociólogo francés, Gilles Lipovetsky, el sentido del deber social e individual es casi inexistente en la actualidad; en lugar de una ética solidaria, se antepone un muro de prejuicios, burlas o búsqueda del bien propio, mismos que se paralizan cuando la mirada pasa de ser observante a experimentante, o como lo suscribe Revueltas, de manera magistral: “Pero ese miedo es únicamente por mí. Por mi muerte. No pienso que el bombardeo pueda matar a otros. Lo que me importa es no morir yo” (ibid., p.73).
Basta con sustituir la noción del bombardeo por la afrenta de los hornos, de los campos de entrenamiento en donde se formaban sicarios y los artículos personales pasando a ser borrosos objetos sin sujeto alguno, situaciones invisibilizadas como las personas, cuyo paradero fue un montón de ceniza, indistinguible una de otra. Y en lugar de protestar por la justicia de tanta gente, a lo más que se aspira es ser personaje terciario de una narcoserie que miles de personas verán, conmocionadas, llenas de una indignación hipócrita que se habrá de diluir en alguna “charla de café”.
Remitiéndonos nuevamente a Noche de epifanía, el par de guardias conversan en torno a la muerte de la pobre Rebeca, cuyo funesto paraje se expresa en lo que parece un monólogo entrecruzado con la descripción del narrador, fabulando que “tal vez mañana su cuerpo sería llevado al crematorio. Un camión gigantesco y gris iría por ella para conducirla junto con otros veinte cadáveres. Después únicamente las cenizas” (ibid., p.73). Desgraciadamente, el microcosmos del caos encontrado por el grupo de madres buscadoras en Jalisco no se limite a veinte víctimas, sino a un número inexacto de cifras ambiguas y flotantes.
El cuento finaliza declarando que Isaac, marido de Rebeca, la ha asesinado por un ataque de celos. Pues bien, el horror en Teuchitlán no cesa, pero sabemos quiénes son los culpables, sólo cambia el tipo de papel que ejercen en la política nacional.
Demian Cervantes
Referencias
Revueltas, J. (2016). Noche de epifanía. En Dormir en tierra (pp. 66-83). Lectulandia.
Lipovetsky, G. (1994). El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos (5a. ed.) (Juana B., Trad.). Editorial Anagrama.